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La Iglesia versus la legalización del cannabis: la moralidad de la marihuana es cuestionada nuevamente.

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iglesia sobre la legalización de la marihuana

Navegar por la compleja interacción entre dogma, moralidad y evolución social no es tarea fácil, especialmente cuando se enfrentan creencias profundamente arraigadas en instituciones como la Iglesia. La reciente oposición moralista a Legalización del cannabis por el arzobispo Aquila es un testimonio del persistente desafío que supone disipar dogmas que hace tiempo que dejaron de ser pertinentes. El dogma, por su propia naturaleza, desalienta el cuestionamiento y promueve una visión estática de la moralidad, que a menudo va en contra de la naturaleza dinámica de las sociedades y culturas humanas.

Históricamente, la Iglesia no ha sido sólo una institución religiosa sino también una brújula cultural y moral, profundamente entrelazada con la gobernanza del Estado a pesar de la ostensible separación entre Iglesia y Estado. Este papel ha visto a menudo la La Iglesia actúa como ejecutor espiritual de las normas sociales., alineándose estrechamente con las políticas gubernamentales. La cuestión que nos ocupa, sin embargo, no es sólo la alineación de la Iglesia con las políticas gubernamentales, sino la rigidez con la que se aferra a ideas obsoletas frente a una sociedad en evolución.

Estamos siendo testigos de un cambio significativo en las normas culturales y sociales, una transición de los antiguos valores piscianos a una era en la que el empoderamiento y la iluminación individuales tienen prioridad, una era en la que "el hombre se convierte en Dios". Este cambio de paradigma desafía la autoridad tradicional de las instituciones. como la Iglesia, obligándolos a afrontar y adaptarse a nuevas realidades sociales o correr el riesgo de volverse obsoletos.

Los argumentos del arzobispo Aquila contra la legalización del cannabis son un claro ejemplo de la lucha que enfrentan las instituciones religiosas en esta nueva era. Las opiniones del arzobispo reflejan una negativa a reconocer la Cambiando las percepciones y la comprensión del cannabis., tanto médica como recreativamente. Es esta renuencia a evolucionar y reconsiderar creencias arraigadas a la luz de nueva evidencia y cambios sociales lo que Reginald busca desafiar.

En este artículo analizaremos Las afirmaciones del arzobispo Aquila, desglosando cada argumento con una combinación de información fáctica, comprensión social contemporánea y un toque de humor irreverente. El objetivo no es simplemente contrarrestar los puntos de vista del arzobispo, sino resaltar la cuestión más amplia de cómo las creencias dogmáticas pueden obstaculizar el progreso social y la aceptación de nuevas ideas.

Al embarcarnos en este viaje analítico, es esencial recordar que cuestionar y desafiar los dogmas no se trata sólo de ganar una discusión. Se trata de fomentar una sociedad que valore el pensamiento crítico, acepte el cambio y respete las elecciones individuales. Se trata de crear un mundo donde el dogma no reprima la innovación y el progreso, sino que coexista con una comprensión en constante evolución de lo que significa ser humano.

La afirmación hecha por el Arzobispo Aquila, que sugiere que “el consumidor típico de marihuana consume 40 mg de THC a la vez”, no sólo carece de evidencia empírica sino que también ilustra un malentendido fundamental de los hábitos de consumo de cannabis y sus efectos. Esta afirmación, que compara una sesión de cannabis con consumir “de 8 a 16 tragos de una sola vez”, no sólo es exagerada sino que compara de manera engañosa los efectos del cannabis con los del alcohol, una sustancia con una farmacodinámica y un impacto social completamente diferentes.

Para contextualizar la afirmación del arzobispo, es fundamental comprender el contenido típico de THC en los productos de cannabis. El la flor de cannabis promedio contiene alrededor del 10-15% de THC. Incluso en el caso de los concentrados, que tienen un mayor porcentaje de THC, la cantidad real de THC consumida por sesión no se acerca a los 40 mg. La mayoría de los consumidores, según los patrones de uso y la disponibilidad del producto, consumen entre 7 y 14 gramos de cannabis por semana. Este nivel de consumo se asemeja mucho más a disfrutar de 1-2 cervezas que a la equivalencia exagerada de 8-16 bebidas alcohólicas.

Además, la comparación del arzobispo Aquila ignora las diferencias en la vida media y el impacto en las habilidades motoras entre el cannabis y el alcohol. Si bien el alcohol es conocido por afectar significativamente las habilidades motoras y el juicio, lo que conduce a situaciones potencialmente peligrosas, el cannabis no produce efectos tan extremos. Por lo tanto, la comparación no sólo es inexacta sino que combina de manera irresponsable dos sustancias muy diferentes.

Este malentendido o tergiversación por parte del Arzobispo Aquila es emblemático de un tema más amplio: la perpetuación de falsedades y estigmas en torno al cannabis. Estas afirmaciones, especialmente cuando provienen de figuras influyentes, contribuyen a la desinformación y los prejuicios actuales contra los consumidores de cannabis. Es esencial que el discurso público se base en hechos y datos empíricos, en lugar de perpetuar estereotipos obsoletos y refutados.

Para un líder religioso como el arzobispo Aquila, que ocupa una posición de confianza e influencia, es decepcionante ver tal falta de conocimiento y precisión al discutir el consumo de cannabis. Recuerda a otra figura bíblica conocida por difundir falsedades.

La afirmación generalizada del Arzobispo Aquila de que “se ha demostrado que la marihuana causa un gran daño a los consumidores” es otro ejemplo de una amplia generalización que no reconoce la complejidad y los matices del consumo de cannabis. Es un enfoque reduccionista que demoniza injustamente el cannabis al ignorar la diversidad de experiencias de los consumidores y la multitud de factores que contribuyen al daño relacionado con las sustancias.

La evidencia empírica sugiere que, si bien el consumo excesivo de cualquier cosa, incluido el cannabis, puede tener efectos perjudiciales, la afirmación de que todos los consumidores se ven afectados de manera uniforme es inexacta. En realidad, la mayoría de los consumidores de cannabis –aproximadamente 9 de cada 10– pueden mantener una relación sana con la sustancia. Para muchos, el cannabis no es un vicio dañino sino una fuente de alivio y consuelo, especialmente con fines médicos. Estos consumidores navegan su consumo de cannabis de forma responsable, sin que ello produzca efectos adversos significativos en sus vidas.

También es fundamental reconocer que existe un subconjunto de personas en cada grupo demográfico que pueden ser más susceptibles a la adicción y al abuso de sustancias. Sin embargo, esta susceptibilidad no es exclusiva del cannabis y es una interacción compleja de factores genéticos, ambientales y psicológicos. Culpar al cannabis exclusivamente de la adicción ignora esta complejidad y la naturaleza individualizada de los trastornos por abuso de sustancias.

La postura del arzobispo Aquila no sólo tergiversa la realidad del consumo de cannabis, sino que también pasa por alto los importantes beneficios terapéuticos que ofrece. Numerosos estudios y testimonios de pacientes han destacado la eficacia del cannabis para controlar el dolor crónico, reducir los síntomas del trastorno de estrés postraumático y brindar alivio en otras afecciones médicas. Descartar categóricamente estos beneficios y etiquetar el cannabis como universalmente dañino es negar consuelo y curación potencial a quienes lo necesitan.

Además, la postura de Aquila refleja una cuestión más amplia de negar a los individuos la autonomía para tomar decisiones informadas sobre sus propios cuerpos. Prohibir el consumo de cannabis basándose en afirmaciones exageradas y generalizadas es una forma de extralimitación que atenta contra la libertad personal. Sólo un enfoque tiránico buscaría controlar esas elecciones personales sin considerar las diversas experiencias y necesidades de los individuos.

Si bien es necesario reconocer los riesgos potenciales asociados con el consumo de cannabis, es igualmente importante mantener una perspectiva equilibrada. Las afirmaciones generalizadas acerca de que el cannabis causa daños universales no sólo son empíricamente falsas sino también dañinas en sí mismas, ya que perpetúan conceptos erróneos e impiden que las personas accedan a una sustancia que podría mejorar significativamente su calidad de vida.

La afirmación del arzobispo Aquila de que la marihuana legal es costosa para todos, excepto para el gobierno, que se beneficia de los ingresos fiscales, es otra afirmación que no se sostiene bajo escrutinio. La cifra frecuentemente citada de que la regulación cuesta 4.50 dólares por cada dólar generado en impuestos a la marihuana es una estadística propagada por grupos prohibicionistas como SAM (Smart Approaches to Marijuana) y no representa con precisión el impacto económico del cannabis legalizado.

En primer lugar, es fundamental desacreditar la engañosa relación coste-beneficio. La afirmación ignora las contribuciones económicas más amplias de la industria legal del cannabis. Esta industria no sólo genera ingresos fiscales sustanciales sino que también crea numerosos puestos de trabajo, contribuye a los planes de seguro médico y estimula la actividad económica en sectores relacionados. Las empresas legales de cannabis contribuyen de manera importante a la economía: pagan salarios, compran servicios y contribuyen a la comunidad de diversas maneras.

Además, el argumento pasa por alto varios beneficios críticos de la legalización del cannabis:

  • Reducción de la dependencia de los productos farmacéuticos: el cannabis legal ofrece una alternativa a los medicamentos farmacéuticos, especialmente en el tratamiento del dolor y las afecciones de salud mental. Este cambio puede conducir a una disminución de la dependencia de medicamentos, que a menudo es más costosa y potencialmente dañina.

  • Mitigación de la crisis de opioides: Numerosos estudios han demostrado que en áreas con acceso legal al cannabis, ha habido una reducción en la adicción a opioides y las muertes relacionadas. Este aspecto por sí solo representa un ahorro significativo tanto en términos económicos como de vidas humanas.

  • Seguridad vial: contrariamente a las ideas erróneas comunes, no ha habido un aumento concluyente en las muertes en accidentes de tránsito atribuibles a la legalización del cannabis. La relación entre el consumo de cannabis y la discapacidad para conducir es compleja y diferente a la del alcohol.

  • Generación de ingresos: la industria legal del cannabis genera ingresos significativos. A diferencia de la costosa guerra contra las drogas, que supone una pérdida de recursos públicos con poco o ningún retorno, la industria del cannabis contribuye positivamente a los presupuestos estatales y locales.

  • Respeto a la autonomía individual: La legalización respeta el derecho del individuo a tomar decisiones sobre su consumo, siempre que no perjudique a otros. Este principio es fundamental para una sociedad libre y no puede descartarse.

La afirmación del Arzobispo Aquila sobre los costos económicos del cannabis legal no considera el espectro completo de beneficios económicos y sociales asociados con la legalización. Al centrarse únicamente en los costos de regulación e ignorar los impactos positivos más amplios, la afirmación presenta una imagen sesgada e incompleta de la realidad del cannabis legal.

La afirmación del Arzobispo Aquila de que la legalización de la marihuana en estados como Colorado y California ha provocado un aumento en el tráfico ilegal de drogas malinterpreta la situación. Su dependencia de noticias selectivas para pintar una narrativa de fracaso pasa por alto los matices del tema, principalmente cómo los impuestos excesivos y las regulaciones estrictas han alimentado inadvertidamente el mercado negro.

Las historias citadas en Los Angeles Times no apuntan inherentemente al fracaso de la legalización del cannabis. En cambio, destacan las luchas del mercado legal del cannabis al lidiar con altos impuestos y regulaciones complejas. Este entorno económico, sin darse cuenta, ha hecho que las operaciones ilegales sean más viables para algunos productores y vendedores. Los altos impuestos y los estrictos requisitos regulatorios pueden aumentar el costo del cannabis legal, haciéndolo menos competitivo en comparación con su contraparte ilegal. Esta situación, sin embargo, no es una crítica a la legalización en sí, sino más bien a cómo se ha implementado.

En un mercado donde el cannabis legal está fuertemente gravado y regulado, no sorprende que algunos productores y vendedores opten por operar fuera del marco legal para seguir siendo competitivos. Este fenómeno es el resultado de la dinámica del mercado más que un defecto inherente al concepto de legalización. Bajo la prohibición, el mercado ilegal no tenía competencia y podía fijar precios sin preocuparse por alternativas legales. Ahora, con la legalización, existe un mercado competitivo legítimo que puede influir en los precios y la disponibilidad.

La importante disminución del coste por kilo de cannabis procedente de México, una caída del 90%, es testimonio del impacto de la competencia de los mercados legales. Esta caída de precios sugiere que la legalización, cuando se gestiona adecuadamente, puede desafiar efectivamente y potencialmente disminuir el poder de los cárteles de la droga.

Además, la comparación con la Revolución Americana sobre los impuestos excesivos al té proporciona un paralelo histórico. Así como los colonos rechazaron los impuestos opresivos, la situación actual con el cannabis exige una reevaluación de las estrategias fiscales. La sobreimposición puede obstaculizar el éxito del mercado legal, llevando a consumidores y vendedores al mercado negro.

La conclusión a la que podemos llegar es que el Arzobispo necesita dar un paso y analizar verdaderamente su posición. Si hiciera esto, entendería que está representando políticas opresivas forjadas en el fuego de la mentira y la avaricia... pero claro, la iglesia siempre busca ese diezmo del 10% de todas tus ganancias... ya sabes, para Dios y esas cosas.

CATÓLICOS CONTRA EL CANNABIS, LEA LA PARTE 1 A CONTINUACIÓN...

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